En lugar de prestarles atención para escuchar sus necesidades particulares, pretendemos que se adapten cuanto antes a nuestro estresante ritmo de vida. Les separamos de sus madres, les estimulamos para que se desarrollen más rápido de lo que sus capacidades les permiten o les presionamos para que dejen los pañales aunque no estén preparados para ello. Queremos que sean como adultos en miniatura, sin tener en cuenta que su mundo y sus puntos de vista son totalmente distintos a los del adulto.
Nuestras ciudades no están pensadas para los niños. Los parques naturales con árboles, sombra y espacio para correr y jugar libremente han sido sustituidos por enormes superficies de cemento con un pequeño espacio acotado (a pleno sol) para los niños, con unas estructuras de plástico que limitan la creatividad en los juegos. En los parques modernos la forma de jugar ya está predefinida, sólo se puede subir, bajar, trepar o deslizarse de una única manera.
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