J. Bowlby definió en 1988 la conducta de apego como una propensión instintiva, mostrada por los humanos y otras especies superiores, a buscar seguridad en la cercanía a un individuo percibido como protector, en situaciones donde se dispara el miedo u otros sentimientos asociados con la percepción de la vulnerabilidad. Tres aspectos básicos describen la generación del apego y el establecimiento de los vínculos entre padres e hijos:
Sintonía: El estado interno de los progenitores se halla en sintonía con los del hijo. Ello suele acompañarse de señales no verbales.
Equilibrio: El niño equilibra y regula su cuerpo, las emociones y los estados mentales a través de la sintonía con los progenitores.
Coherencia: El sentido de integración que el niño adquiere a través de la relación con los progenitores hará que se sienta integrado y en conexión con los demás.
- La conducta de apego corresponde a un sistema cerebral innato que ha evolucionado para dar seguridad al niño. Este buscará la proximidad del progenitor; recurrirá a él para hallar refugio, seguridad y consuelo cuando sienta malestar. El hijo internalizará la relación con el progenitor como modelo de base segura.
Cuando se convierta en adulto, este individuo tendrá capacidad de autorregulación, de conectar con otros y de pedir y recibir ayuda.
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