El primer paso en el camino del cambio hacia una nueva y mejor educación debería ser revisar entendemos por aprender. Aprender es hacer algo nuestro, que pase a formar parte de nosotros para siempre. Necesita de nuestra voluntad y deseo, de una dirección y elección personal y es, en el camino de este aprendizaje, en el que cada uno descubrimos nuestras capacidades y talentos. Perdura en nosotros en la medida que este descubrimiento del mundo implica a todo lo que somos (mente, emoción, cuerpo y espíritu). Aprender es ser humilde, acercarse a la realidad con cierta reverencia y ojos nuevos para amar lo que se mira, dispuestos a dejarnos atrapar por la grandeza de un nuevo hallazgo. Nos permite desarrollar habilidades, disciplinas y voluntades que nos harán, sin duda, mejores.
Desde esta perspectiva ¿Dejamos de aprender en algún momento de la vida? Y es mas ¿Es este el modelo de aprendizaje del sistema educativo actual? Khalil Gibran decía: “Protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe y de la grandeza que no se inclina ante los niños”.
Creo que es aquí donde esta la clave, donde esta el cambio, pues no hemos mirado y escuchado a los niños con humildad para ver qué son y necesitan; no hemos visto el valor de su alegría y hemos pensado que aprender no podía ser divertido, tampoco la vida; no hemos visto el juego como un trabajo y hemos quitado la libertad de la búsqueda que es lo que, al fin y al cabo, es jugar; no hemos tenido en cuenta sus emociones que parecían ser siempre un aspecto secundario, sin saber que recordamos las cosas por cómo nos sentíamos al hacerlas; les hemos hablado de valores sin ser nosotros un ejemplo noble de los mismos; tampoco hemos contemplado los múltiples matices que nos distinguen a unos de otros y que se van perdiendo en pos de una uniformidad beneficiosa, ¿para quién?.
No hemos sabido mantener su imaginación viva, que es la base de la creatividad y nos hemos ido quedando vacíos de ideas y sueños; hemos despreciado su presencia y fascinación al observar cualquier “menudencia” y pasamos por la vida impermeables a tantos milagros cotidianos; no hemos visto su necesidad de tiempo y respeto y atropellamos la infancia con nuestras prisas; hemos llenado de contenido nuestras cabezas, dejando el resto de nosotros sin alimento, como si pudiéramos dividirnos en compartimentos estancos.
En definitiva hemos negado en este camino gran parte de la esencia del hombre, aplazando lo único importante, la felicidad. Pero ¿A quien le importa esto? Esto no es serio ¿verdad? La felicidad forma parte de los mundo de “Yupi” y de incautos que solo hablan de pájaros y flores.
Así que ahora no nos queda mas remedio que aprender y aprender todos, pero no solo un aprendizaje de datos, codos y repeticiones. Ahora nos queda pendiente un aprender mayúsculo, para estructurar y expresar lo que somos, para conectarnos con el mundo concreto y cercano que nos rodea, que nos lleve a un esfuerzo con sentido, a saber quien somos y qué podemos aportar al mundo desde la mejor versión de nosotros mismos, la versión única de cada ser humano.
Termino con otra cita de Cicerón: “Si quieres aprender, enseña.” Y esto sí que no necesita explicación pues, quien se ha puesto alguna vez a la noble tarea de enseñar algo con humildady con verdad, sabe que el aprendizaje, como todas las cosas valiosas de la vida, es una camino de ida… y vuelta.
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